El Congreso de los Diputados se convirtió en el escenario de un acto cargado de simbolismo y polémica, promovido por el Gobierno de Pedro Sánchez bajo la bandera de la Memoria Histórica. En esta ocasión, el salón de Pasos Perdidos acogió un evento de más de dos horas en homenaje a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista, con un marcado sesgo hacia las del bando republicano, dejando fuera a miles de víctimas de las atrocidades del Frente Popular y otros grupos izquierdistas.
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La Presidenta del Congreso, Francina Armengol, acompañada por ministros como Ángel Víctor Torres y Ernest Urtasun, encabezó el acto. En las primeras filas no faltaron figuras de partidos como Bildu, representados por Mertxe Aizpurua y Oskar Matute, pero las ausencias del PP y Vox destacaron por su relevancia.
Un acto polémico: exclusión y partidismo
El evento, anunciado como un homenaje a todas las víctimas, pronto mostró su carácter sesgado. Ni una sola mención hubo para quienes sufrieron a manos del Frente Popular o de las milicias sindicales que arrasaron Madrid y otras regiones del país. Francina Armengol, con un discurso lleno de frases hechas, calificó el acto como una iniciativa para «recordar hacia mañana», insistiendo en la idea de una memoria que “protege y garantiza derechos”.
Sin embargo, el evento tuvo un marcado tinte guerracivilista, exacerbado por una representación teatral que incluyó cánticos de la Segunda República y simbología que evocaba el conflicto bélico.
Teatralidad y propaganda: el clímax del acto
El punto álgido del evento fue una representación a cargo de la compañía Proyecto 43-2, que dramatizó el proceso de recuperación de restos en fosas comunes. Los actores, caracterizados como forenses, limpiaron huesos de utilería mientras proclamaban frases como «brochas de la paz, brochas anti olvido» y describían un imaginario ejército de «brochas rebeldes llenando España de huesos».
Entre cánticos como «En la plaza de mi pueblo dijo el jornalero al amo, nuestros hijos nacerán con el puño levantado», los intérpretes llevaron una carretilla de atrezzo por los pasillos del Congreso, recreando el ambiente de una exhumación. Todo esto fue acompañado por referencias constantes a figuras icónicas como Federico García Lorca y menciones simbólicas a historiadores como Ian Gibson, mientras en una mesa central se reconstruía un supuesto cadáver de manera ceremonial.
Armengol y el discurso de la memoria parcial
Francina Armengol concluyó el acto con un discurso en el que destacó la importancia de llevar la Memoria Histórica a las aulas y afirmó que “este país ya caminó el camino del odio”. Según ella, el Congreso se posiciona como un espacio para la verdad y el progreso, aunque el evento, cargado de simbología de un solo bando, dejó patente una memoria que excluye.
Mientras se ensalzaban los esfuerzos gubernamentales por entregar declaraciones de reparación a las familias de represaliados y se hablaba de más de 13.600 restos recuperados, no se mencionó el contexto de violencia generalizada que caracterizó aquellos años ni el impacto de las acciones del Frente Popular.
Conclusión: una memoria incompleta y partidista
El acto en el Congreso no fue más que el segundo capítulo de la teatralidad promovida por Pedro Sánchez en torno a la Memoria Histórica, donde el sesgo ideológico se impone sobre un reconocimiento plural de todas las víctimas. Lo que se presentó como un homenaje terminó siendo un ejercicio de propaganda simbólica, donde los gritos y cánticos del pasado resucitaron con fines políticos actuales.
Bajo el lema de la reconciliación, lo que realmente se promueve es una memoria selectiva que revive las divisiones del pasado, mientras se ignora la violencia cometida por sectores afines al discurso gubernamental. Una vez más, la historia se convierte en una herramienta política al servicio de una narrativa partidista.