Hay quien entrena al amanecer, con el cuerpo todavía a medias. Otros rinden mejor al caer la tarde, cuando el día ya está resuelto. Y también están quienes sudan de noche, en silencio, cuando el resto descansa. La verdad es que la mejor hora para hacer ejercicio no es una para todos. Es la que tu cuerpo acepta, tu mente respeta… y tu rutina puede sostener.
Aun así, hay momentos del día donde el cuerpo está más receptivo, la musculatura responde mejor, y el sistema hormonal favorece el rendimiento. Entender esas ventanas puede ayudarte a decidir no solo cuándo entrenar, sino cuándo hacerlo mejor. Con menos esfuerzo. Y con más sentido.
Entrenar por la mañana: activar el cuerpo, vaciar la mente
Si buscas energía, claridad mental o simplemente empezar el día sintiendo que ya ganaste algo, entrenar por la mañana puede ser para ti. Entre las 6:00 y las 9:00 a.m., el cuerpo comienza a elevar su temperatura corporal, la testosterona está en su punto más alto (tanto en hombres como en mujeres), y el cortisol facilita la movilización de energía. Todo esto hace que el metabolismo se active, y con él, también tu estado de alerta.
Entrenar a esta hora tiene beneficios concretos:
- Mejora la constancia (menos distracciones, menos excusas).
- Aumenta el gasto calórico basal durante el día.
- Mejora la adherencia al hábito en personas con poco tiempo.
También puede mejorar el estado de ánimo. Hacer ejercicio temprano reduce la ansiedad matutina, mejora la concentración y genera un efecto de logro inmediato que puede cambiar cómo enfrentas el resto de la jornada.
¿La desventaja? El cuerpo aún está frío, la coordinación neuromuscular no está en su punto máximo y si no has dormido bien, el rendimiento puede verse afectado. Por eso, es clave calentar bien y no exigir intensidad máxima en los primeros 20 minutos. El cuerpo necesita despertar, no ser empujado.
Aun así, si logras adaptarte, la mejor hora para hacer ejercicio puede estar justo al comenzar el día. No porque sea más efectiva. Sino porque es tuya. Y nadie te la quita.
Entrenar por la tarde o noche: fuerza, velocidad y mente enfocada
A partir de las 16:00 y hasta las 20:00, el cuerpo alcanza su temperatura máxima, la musculatura responde con mayor velocidad, la coordinación está más afinada y la percepción del esfuerzo es más baja. Es decir: te cuesta menos hacer más.
Por eso, muchos atletas, entrenadores y expertos consideran que el mejor rendimiento físico suele darse por la tarde o noche. Saltas más alto, levantas más peso, corres más rápido. Y lo haces sintiendo que no te estás vaciando, sino aprovechando el momento exacto en que el cuerpo rinde más.
Este horario es ideal para:
- Entrenamientos de fuerza y potencia.
- Clases grupales o deportes de equipo.
- Sesiones largas o con alta carga técnica.
Además, tiene un efecto psicológico interesante: entrenar al final del día ayuda a canalizar el estrés acumulado, desconectar de la rutina mental y liberar tensiones físicas. Muchos encuentran en este espacio su momento de terapia, más que de fitness.
¿El único riesgo? Que si te excedes en intensidad o lo haces muy cerca de la hora de dormir (después de las 21:30), el sistema nervioso simpático puede quedar activo y dificultar el descanso. En ese caso, opta por entrenamientos más suaves o termina con una rutina de estiramiento largo, respiración o mindfulness.
Entrenar al caer el sol no es solo usar lo que queda del día. Es darte algo que te devuelva al cuerpo después de haber estado en la cabeza todo el día. Y eso, más que rendimiento, es salud emocional.
Elegir tu mejor hora real: lo que tu cuerpo y tu vida permiten
Más allá de la ciencia, la mejor hora para hacer ejercicio es la que puedes sostener con naturalidad. No sirve de nada entrenar en el “momento ideal” si lo haces agotado, sin ganas o sintiéndolo como una carga. El mejor horario es el que no saboteas. El que no te pesa.
Si eres madre, estudiante, trabajas a turnos o simplemente tienes días caóticos, lo primero es dejar de buscar perfección. Tu entrenamiento no tiene que ser una rutina rígida: puede ser una caminata con ritmo, una rutina corta en casa, 20 minutos de yoga al mediodía. Si lo haces con intención y repetición, vale.
Lo importante es identificar tu ventana:
- ¿Cuándo tienes más energía?
- ¿Cuándo te sientes menos presionado?
- ¿En qué momento podrías darte ese espacio sin culpa ni distracción?
Ahí está tu hora. No en lo que dicen los estudios. En lo que tu cuerpo te permite. Y si esa hora cambia día a día, entonces que tu única regla sea no saltártelo dos veces seguidas. Porque el cuerpo no necesita perfección. Necesita presencia.
Y si encuentras esa presencia —aunque sea en una hora rara, en un espacio mínimo—, entonces ya lo tienes. No el mejor horario del mundo. Sino el tuyo. Y con eso, basta. Porque ese momento en que te mueves por ti… ya es ejercicio. Y ya es victoria.