Pedro Sánchez no es ya un político, ni siquiera un gobernante. Es un régimen encarnado, un caudillo moderno que reescribe las reglas para garantizar su permanencia en el poder. Evadir la ley, despreciar la Constitución y manipular las instituciones son solo herramientas en su arsenal. Este 2024 ha sido un año donde su capacidad para subvertir la democracia se ha consolidado de manera alarmante, dejando claro que España no enfrenta a un simple líder autoritario, sino a un sistema parasitario dispuesto a socavar cualquier vestigio de justicia y libertad.
Sánchez y su entorno se comportan como un Estado paralelo, burlando las normas que imponen al resto de los ciudadanos. Desde familiares envueltos en escándalos hasta cómplices mediáticos que justifican sus abusos, el régimen ha tejido una red de impunidad tan sofisticada como descarada. ¿El resultado? Una nación donde las leyes ya no rigen para todos, y la oposición parece perdida en su intento de reaccionar.
El fin de la libertad de expresión como la conocemos
La esencia de cualquier dictadura moderna es la manipulación de la verdad. Sánchez ha convertido la mentira en una herramienta de gobierno, y la libertad de expresión, garantizada por el artículo 20 de la Constitución Española, es su última víctima. Mientras los ciudadanos comunes enfrentan la censura, el régimen no tiene reparos en usar sus tentáculos mediáticos y legales para reprimir cualquier voz disidente.
El Tribunal Constitucional, antaño baluarte de la justicia, se ha transformado bajo este mandato en un simple apéndice del poder ejecutivo. Sus fallos recientes, como la insólita declaración del Mar Menor como persona jurídica, demuestran que las leyes ya no son un límite, sino una hoja de papel que Sánchez y sus aliados pueden reescribir a su conveniencia.
Medios de comunicación: de vigilantes a cómplices
Lo más alarmante de este cambio de régimen es la subordinación de los medios de comunicación, antaño guardianes de la verdad, que ahora actúan como voceros del poder. Titulares coordinados, como los que exoneran falsamente al Fiscal General del Estado en el caso de los correos eliminados, muestran una estrategia de propaganda digna de los regímenes más oscuros del siglo XX.
La connivencia entre la Moncloa y ciertos medios ha alcanzado un punto crítico. Ya no se limitan a informar, sino a construir narrativas que justifiquen lo injustificable. Mientras, la oposición parece mirar desde la barrera, dejando el campo libre para que Sánchez y sus aliados escriban un guion donde los culpables son héroes y las víctimas, culpables.
Un país al borde del abismo
La situación actual no deja espacio para la ambigüedad: o España se libera del Estado paralelo de Sánchez, o este consolidará un sistema donde la mentira, el delito y la impunidad se convierten en normas inquebrantables. Cada día que pasa, la nación se hunde más en un pozo de degradación institucional, y cada acción del régimen confirma que no hay límites a lo que están dispuestos a hacer para perpetuarse.
El desafío es claro y urgente: recuperar la legalidad y la Constitución, antes de que estas se conviertan en meros recuerdos de una España que alguna vez fue libre. Si no actuamos ahora, el 2024 será recordado como el año en que el país claudicó ante un régimen que no respeta más ley que su propia ambición desmedida.