El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez ha logrado establecer un patrón político preocupante: mientras se presenta como el adalid de la «transparencia» y la «regeneración democrática», no duda en aplicar mecanismos que blindarían su propia opacidad. Cada declaración, cada ley y cada gesto de este gobierno socialista no hace más que consolidar una doble moral que merece ser denunciada sin tapujos.
Una transparencia que exige a los demás, pero que no aplica
Hace apenas unos días, el PSOE volvió a colocar sobre la mesa sus medidas para «regenerar la democracia» y asegurar la rendición de cuentas de los medios y plataformas digitales. Bajo la excusa de combatir «bulos», han defendido reformas legislativas para auditar medios, exigir la publicación de sus fuentes de financiación e incluso regular el anonimato en redes sociales. Todo suena a noble propósito, pero ¿realmente se trata de un compromiso democrático o de una maniobra para controlar el discurso público?
La realidad es que el PSOE no busca transparencia: busca vigilancia y censura. La transparencia que ellos exigen a los demás no se aplica a sí mismos. ¿Dónde están las explicaciones de Pedro Sánchez sobre los contratos irregulares durante la pandemia? ¿Dónde está la transparencia en torno a la figura de Begoña Gómez, cuyas actividades profesionales han levantado serias dudas?
Mientras tanto, la opacidad socialista brilla en los escándalos: contratos millonarios a dedo para la compra de mascarillas, adjudicaciones con sobrecostes alarmantes y una falta de explicaciones evidente sobre su financiación. El PSOE no está limpiando la política, está blanqueando su imagen a costa de silenciar a los críticos.
El blindaje judicial y mediático del PSOE
Uno de los aspectos más inquietantes de la estrategia socialista es la instrumentalización de las instituciones. ¿Cómo puede hablar de «transparencia» un partido que, ante escándalos evidentes como el caso Koldo, el caso Delcygate o los contratos en plena pandemia, despliega una defensa opaca y un blindaje institucional sin precedentes?
Casos como el de Ábalos y las comisiones millonarias deberían ser el epicentro del debate público, pero en su lugar, el PSOE y su maquinaria mediática han logrado transformar las acusaciones en meros «ataques de la derecha». La transparencia brilla por su ausencia cuando los suyos están bajo la lupa.
Y si hablamos de medios de comunicación, el control socialista también queda al descubierto. Recientes subvenciones millonarias a grupos de prensa, con la excusa de la digitalización, son solo otro ejemplo de cómo el PSOE utiliza el dinero público para asegurar una narrativa favorable. Mientras tanto, se persigue a periodistas críticos y se limita el acceso informativo en casos judiciales relevantes, como el de Begoña Gómez.
La izquierda no tolera la disidencia
El PSOE no solo ha fallado en ser transparente; ha demostrado que no tolera la disidencia. La censura mediática que impulsan con su nueva legislación no es más que un intento de sofocar las voces críticas que denuncian sus abusos.
La izquierda socialista, que se llenó la boca hablando de pluralidad y libertad de expresión, ahora quiere imponer sistemas de verificación, identificaciones obligatorias en redes y límites al anonimato. Y lo hacen mientras continúan con su discurso de «proteger la democracia» frente a la «extrema derecha». Una democracia en la que solo ellos pueden decidir qué se dice y qué no.
La opacidad como seña de identidad socialista
El PSOE de Pedro Sánchez ha convertido la opacidad en una seña de identidad. Exigen transparencia, pero se protegen con un blindaje mediático y judicial. Hablan de democracia, pero la utilizan para acallar a los críticos. Si realmente creen en la transparencia, que empiecen por dar explicaciones sobre sus escándalos y abandonar la persecución de quienes les incomodan.
En una democracia real, el poder debe estar al servicio de los ciudadanos, no al servicio de los intereses de un partido político. Pero el PSOE ha decidido apostar por el control, la opacidad y la censura.