El exportavoz de Sumar, Íñigo Errejón, ha incendiado el debate público tras declarar ante el juez que la actriz Elisa Mouliaá busca «un beneficio económico» con su denuncia de agresión sexual.
Este giro controvertido ha dejado entrever un intento de desacreditar públicamente a la denunciante, mientras él asegura que los hechos descritos fueron «consentidos».
A pesar de su defensa, Errejón enfrenta la contradicción de haber dejado todos sus cargos políticos tras las acusaciones, una maniobra que ahora califica como «necesaria para defender su inocencia».
La defensa de Errejón: ¿estrategia o desesperación?
En una declaración que mezcla ironía y sarcasmo, el exlíder de Más País afirmó ante el juez que su renuncia no fue por el peso de la denuncia, sino por haber «perdido la confianza» de las líderes de su partido. Sin embargo, su postura defensiva quedó cuestionada cuando el juez le preguntó: «¿Por qué esta denuncia no merece ser creída, pero otras sí?».
Errejón no negó los encuentros con Mouliaá, pero aseguró que todo fue consentido. Incluso minimizó lo ocurrido al calificarlo como «un tanteo» que decidió detener por razones personales: «A mi edad, no estoy para relaciones en casa ajena». Sus declaraciones, lejos de apaciguar el caso, han avivado las críticas hacia el político, conocido por defender las causas feministas desde su tribuna política.
La versión de Mouliaá: entre contradicciones y vulnerabilidad
La actriz, visiblemente emocionada y nerviosa durante su declaración, reiteró su versión de los hechos, señalando que fue forzada en múltiples ocasiones por Errejón durante una noche en 2021.
Aunque mantuvo su postura, reconoció ciertos matices en su denuncia, como la confusión sobre un pestillo en la habitación donde presuntamente ocurrió parte de la agresión. Estas inconsistencias han sido utilizadas por la defensa de Errejón para desacreditar su testimonio, planteando que la denuncia tiene fines mediáticos y económicos.
Mouliaá también relató sentirse profundamente afectada tras los hechos y reveló que fue su terapeuta quien le aconsejó esperar tres años antes de presentar la denuncia. Aseguró que desde que decidió dar este paso, su vida personal y profesional se ha convertido en «un infierno». Ante las preguntas del juez sobre posibles contratos derivados de la notoriedad del caso, la actriz negó cualquier beneficio, insistiendo en que solo busca justicia.
Mensajes borrados y pruebas por aportar
El caso sigue en fase de instrucción, y el juez ha solicitado a las partes que presenten nuevas pruebas en los próximos días. Mientras la defensa de Errejón prepara la presentación de mensajes privados entre ambos, evitan aportar chats con contenido explícito por haber sido enviados a través de plataformas con mensajes autodestructivos.
Por su parte, Mouliaá insiste en que sus acusaciones son coherentes y pide que se investiguen las circunstancias de aquella noche.
Un caso con tintes políticos
La repercusión del caso trasciende lo judicial y adquiere un fuerte matiz político. Errejón, cuya imagen pública ha estado estrechamente ligada a la defensa del feminismo, ahora enfrenta un juicio no solo en los tribunales, sino también en la opinión pública. Su renuncia fue vista como un reconocimiento tácito de las acusaciones, pero su estrategia actual de ataque directo a la credibilidad de la denunciante refuerza las críticas de incoherencia.
Mientras tanto, Mouliaá continúa enfrentándose al escrutinio mediático y social. Con ambas partes polarizadas y bajo el foco de la controversia, este caso pone de manifiesto las tensiones y contradicciones en torno al tratamiento mediático y judicial de las denuncias de agresión sexual.