En su reciente comparecencia desde Mar-a-Lago, Donald Trump volvió a ofrecer una declaración que dejó entrever su visión transaccional de la política global y sus intenciones para un segundo mandato presidencial.
“En mi primer mandato, todo el mundo peleaba conmigo. Ahora todos quieren ser mis amigos”, afirmó Trump, en un comentario que refleja su creciente influencia dentro del Partido Republicano y su consolidación como líder indiscutible.
Una política exterior transaccional
Trump retomó su retórica clásica al acusar a México y Canadá de «estafar» a Estados Unidos, dejando claro que su visión internacional sigue basada en la «justicia económica» según sus términos.
Además, arremetió contra los medios de comunicación y las encuestadoras, a las que culpó de “interferencia electoral”, amenazando con llevarlas a los tribunales. “Tenemos que enderezar a la prensa”, sentenció, mostrando que su enfrentamiento con los grandes medios continúa siendo central en su discurso.
Trump también dejó claro que no tolerará bloqueos internos. Advirtió que senadores republicanos «irrazonables» podrían enfrentarse a impugnaciones en las primarias.
Mientras algunos líderes empresariales como Jeff Bezos describen a Trump como “más calmado y crecido”, sus acciones y declaraciones muestran que Washington no ha cambiado, pero él sí ha aprendido a manejar el poder.
El mensaje de Trump es claro: su regreso al poder será una revancha contra quienes le enfrentaron y una reafirmación de su doctrina nacionalista.